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“A veces, lo que se rompe no pide ser reparado, sino escuchado desde su forma rota.”
— ROLAND BARTHES, Fragmentos de un discurso amoroso (1977)
La narrativa simbólica no siempre fluye en tramas lineales ni estructuras cerradas. Muchas veces llega en forma de fragmento: imagen aislada, frase disonante, recuerdo suspendido. El fragmento es una unidad emocional que no busca explicarse, sino darse a sentir.
En el trabajo con trauma y memoria, autores como Robert Neimeyer (1998–2022) y Cathy Caruth han mostrado cómo la experiencia psíquica profunda no siempre puede narrarse de manera continua. La fractura es parte del relato. Y, en esa medida, escribir en fragmentos no es fallar a la coherencia, sino honrar la complejidad de lo vivido.
Desde lo terapéutico, trabajar con fragmentos —poéticos, narrativos, sueltos— permite respetar el ritmo del sujeto. El texto no fuerza integración inmediata: aloja la herida en su forma simbólica.