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“El símbolo da cuerpo a lo invisible, y lo hace dialogar con quien lo necesita. ”
— C. G. JUNG, Man and his symbols (1964)
El símbolo no es solo una imagen decorativa, es una forma intermedia de lenguaje, un puente entre lo emocional y lo pensable. En lugar de representar algo de manera literal, condensa múltiples sentidos, evocaciones y tensiones psíquicas. Jung (1953) definía al símbolo como “una representación que implica algo más que su significado obvio y directo”, es decir, un modo de acceso al inconsciente sin anular la conciencia.
Esta idea ha sido retomada por Ricoeur (1975), quien ve en la metáfora —como forma simbólica del lenguaje— una forma de refiguración del mundo: narrar o imaginar de otro modo lo que antes parecía cerrado. En este sentido, el símbolo es una puerta y también una traducción poética de lo no dicho.
El lenguaje simbólico permite expresar lo que de otro modo quedaría atrapado en el cuerpo, en el silencio o en la repetición. Es, por tanto, un canal legítimo y terapéutico.